Un simple par de herraduras

Autor: DaLi

3 0
Relato editado por: Guillem

Bajo un cielo oscuro, habitado solamente por el haz de las estrellas y la luna, había dos hermanas herraduras. Solas. Tendidas en el suelo.

Pasaron los días -y sus noches heladas, y las herraduras seguían ahí. Hasta que, un día, el lejano traqueteo de un par de ruedas de carro despertó a nuestra pareja de protagonistas... Así es: habían cobrado vida propia, pero no entendían muy bien por qué.

Este misterio se resolvió pronto: al observar el par de caballos que arrastraban el dichoso carro. Ambas se fijaron en que uno de los dos equinos carecía de las dos herraduras de las patas delanteras. Al instante ataron cabos: ellas se cayeron de ese caballo y, al volver éste por aquí, se ve que cobraron vida.

Para su desgracia, una vez descubierto este hallazgo, ya no había ni rastro de la dupla de bestias. De todas formas, decidieron que era conveniente emprender una odisea para reencontrarse con su dueño.

Sabían que, si se hallaban cerca de ese caballo, notaban como un hormigueo -fruto de la magia, supongo. Con la esperanza como combustible, caminaron. Caminaron durante meses por montes, valles y bahías; pero sin rastro. No encontraron ni una mísera huella de equino. Y aún peor: notaron cómo perdían fuerzas. Si hacían mucho tiempo sin acercarse a su propietario, perdían su magia.

Pasaron los meses hasta que se desmayaron por completo, a la vez.

Durante este tiempo de sueño - de prácticamente una década- sucedieron demasiadas cosas horribles, entre ellas, una guerra que acabó con su dueño. Bueno, con una de las patas delanteras de su dueño.

Años más tarde, hubo una especie de déjà-vu: una de las dos herraduras volvió a despertar. Reconoció a la perfección ese traqueteo. Ilusionada, se giró hacia su hermana, que seguía dormida profundamente. Al ver al caballo, la herradura entendió a la perfección porque su compañera de viajes no se desvelaba: el caballo iba con una pata hecha de madera.

Desanimada, la herradura se tumbó al suelo. Había vuelto a perder su magia. ¿De qué servía luchar si el destino se había deshecho de su hermana?