Júcar

El río para que fluyan la imaginación y el ingenio

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ETIQUETA

Autor: Cani

0

La darrera classe del curs està a punt de començar. Just abans que arribi el profe, un estudiant enganxa un paper amb el text sóc tonto a l'esquena d’un company i demana a la resta de la classe que no digui res. Així, entre mirades de burla, comença la classe de robòtica, fins que el professor projecta un repte complicat a la pissarra i pregunta: - Qui vol sortir a proposar una solució? Ningú mou un dit, excepte el noi amb la nota penjada. Enmig de rialles inexplicables, camina cap a la pissarra i resol el problema utilitzant 3 variables i 2 bucles imbricats. El professor felicita l’alumne i de tornada al seu seient li treu el paper de l'esquena. A continuació es dirigeix a la resta amb la nota a la mà i tristor al rostre: - I a vosaltres, us vull demanar disculpes. Els alumnes es miren sorpresos sense comprendre aquelles paraules. - Alguna cosa dec haver fet molt malament si després de tot un curs junts no he aconseguit que ni un sol de vosaltres hagi tingut el companyerisme ni la valentia de llevar-li aquesta nota. Els alumnes romanen capcots en silenci, visiblement avergonyits. Després d’una estona d’incòmode silenci, una mà s’aixeca per confessar: - Jo li he posat el paper. Ho sento molt i li demano perdó. Queda un minut per a que acabi la classe i el curs. El professor somriu i s’acomiada dels seus alumnes: - Bé, encara que jo no hagi estat un bon mestre, les errades si que ho són, ja que sempre ens ensenyen alguna cosa. Com ara mateix. Si el company hagués sabut que duia el paper a l’esquena no s'hauria aixecat per respondre. Aquesta no serà ni molt menys l’única etiqueta que li penjaran, igual que a la resta de nosaltres. El millor que podem fer és ignorar aquestes etiquetes i aprofitar cada oportunitat que tinguem per aprendre, disfrutar i ajudar els altres. Tant dins com, sobretot, fora de l’aula. Bon estiu a tothom!

Alcatraz

Autor: Guillem

1

Tras varios intentos de fuga del centro penitenciario Leavenworth, el reputado (en el mal sentido de la palabra) Floyd Alonso fue trasladado a la cárcel más blindada de los Estados Unidos de América, Alcatraz. Ésta era un simple edificio, sin una gran valla que la rodease, simplemente estaba rodeada por el gélido océano Pacífico. Conocida mundialmente por su impecable historial de fugas: 0. Aunque todas estas características puedan causar miedo en las mentes de los mayores criminales de la historia, para Floyd era completamente al revés. Para él, todas estas trabas solamente le motivaban a querer ser el primero en escapar de Alcatraz. Como podéis comprobar, era un hombre que vivía por los retos… y él encontró esos retos en la delincuencia. Su familia era una de las más adineradas de Leavenworth, pero él quería vivir una vida plagada de aventuras como si fuese el protagonista de una película dirigida por Alejandro Jodorowsky. Le encantaba burlar los sistemas de seguridad, atracar bancos y huir de la policía. Eso sí, cuando lo pillaban y lo encarcelaban, se negaba a pagar la fianza. Para él, era el castigo por no haber sido más hábil que las autoridades. Pero, al poco tiempo de estar encerrado, quería volver a sentir la libertad y esa sensación de incertidumbre. Por eso, siempre trazaba algún plan para huir… y casi siempre con éxito. Fueron todas esas peripecias que lo llevaron a ser transportado en un buque hacia La Roca, la isla donde se encontraba Alcatraz. Esposado, pero con una sonrisa en la boca. Ninguno de los guardias lo entendía, pero pensaron que debía ser algún tipo de técnica rebuscada que se había inventado y, por eso, trataron de ignorarlo. Una vez amarrados en el puerto de La Roca, un guarda muy bruto pero fuerte -llamado Brian- cogió a Floyd por el hombro y lo arrastró hasta tirarlo en tierra firme. Ahí, nuestro protagonista ya se las apañó para levantarse solo (aún esposado), para que no lo volviera a agarrar aquel individuo de casi dos metros. Llegó a la entrada de Alcatraz. Era majestuosamente monstruosa: gris, maciza, enorme y con alguna grieta pero, en general, bien cuidada. La construcción dejó alucinado a Alonso, quien todavía estaba disimulando su asombro con una sonrisa. Pero, sabía que no podía perder mucho el tiempo, y empezó a memorizar el edificio entero para crear un mapa mental, muy útil a la hora de trazar el plan de escape. Pasó por las celdas, para ver si encontraba ahí algún viejo conocido que le pudiera ayudar, pero sin suerte. Los guardias le acompañaron hasta su celda en la que, de un portazo (de ésos que hacen ruido a metal), dejaron a nuestro protagonista solo. Durante las primeras semanas, Floyd intentó ser un preso ejemplar e impecable. Todo y sus esfuerzos para ganarse la confianza de los guardias, éstos no le quitaban el ojo de encima: su mala fama ya era permanente. Aun así, él confiaba en sus capacidades; así que se dedicó a encontrar lagunas (si había alguna) en la seguridad Alcatraz. Además, hablaba con los presos más veteranos, para enterarse de todos los intentos de fuga fallidos y el por qué de su fracaso. Pasado un mes de condena, Alonso conocía toda la cárcel de cabo a rabo, con todos sus secretos y curiosidades. Además, había conseguido un mapa de La Roca, que se lo había cambiado a otro preso por su comida de la cena. Por las noches, empezó a planear su huida, pero hacía poco tiempo cada día porque sabía que, si no dormía, la mañana siguiente estaría demasiado cansado para ser “un preso ejemplar”. Como avanzaba tan despacio, pensó que sería buena idea ir avanzando el plan a medida que lo trazaba. Así que, ya desde los primeros días, se hizo con una lija para ir debilitando los barrotes de la ventana de su celda. Lijaba muy poco cada día, para que los guardias no notaran el cambio y, por si éso no fuese suficiente, embadurnaba los barrotes con un poco de grasa para motor, que había robado del taller. Mientras estaba desgastando la ventana de la celda, continuaba su plan. Él solamente sabía que saltar por la ventana era la mejor opción, porque podía hacerlo de noche, cuando no lo vieran. Eso sí, después de escapar de su celda, tendría que encontrar la forma de bajar los diez metros que lo separaban del suelo de La Roca, sin matarse en el intento. Finalmente, optó por fabricar una cuerda a base de edredones, toallas y mantas. Éstas las conseguiría de la lavandería, así que se tenía que le preguntó a su tutor, Josh, si se podría cambiar del taller de mecánica a la lavandería. Aunque los guardias habían advertido a Josh que, por muy buen expediente que tuviera, que no le diera ningún tipo de privilegio, el tutor pensó que no había ningún problema en que cambiase de aires. Grave error. En dos semanas, Floyd ya tenía la ventana lista y la “cuerda” fabricada. Solo faltaba la manera de salir de la isla. Como la fase final de su plan dictaba, debía esperar a una noche que amarrase algún barco al muelle. Además, para despistar al máximo número de guardias (que no eran pocos) se había compinchado con Robert, uno de los prisioneros más veteranos de Alcatraz. El trato era que, a cambio de que Floyd le ayudase en su trabajo, Robert fingiría un ataque al corazón al momento quisiera escapar. El anciano preso trabajaba en la cantera de Alcatraz, y ese día solicitó hacer el turno de noche. Cuando amarró el ansiado barco al muelle, Robert empezó a representar su escena. Los médicos de la cárcel fueron corriendo hacia la pedrera, donde se hallaba el pobre hombre. Fue en ese momento cuando Floyd Alonso reventó los barrotes de su ventana de una patada, ató su cuerda y se puso a bajar el edificio lo más rápido posible. Una vez en el suelo, nuestro protagonista cortó un trozo de la cuerda con una piedra y se fue corriendo hacia el muelle. Ahí, se escondió detrás de un arbusto, al descubrir que la embarcación estaba siendo vigilada por dos guardias. Confiaba tanto en sus habilidades que decidió que usaría el trozo de cuerda como honda. Cogió sigilosamente una piedra del suelo, la cargó y, imitando el movimiento de un latigazo, dejó inconsciente a uno de los guardias. Antes que el otro pudiera ni siquiera reaccionar, Floyd ya había cargado otra piedra y, ahora con más furia, la tiró contra el guardia que estaba de pie. Tal vez, Floyd Alonso tuviera algunas raíces de los prehistóricos menorquines, porque su habilidad no era normal. Se apresuró a meterse dentro del barco y poner rumbo a San Francisco. Durante el trayecto, empezó a oír como las sirenas de Alcatraz sonaban enloquecidas. Él apagó las luces de la embarcación y se guiaba por las luces que se veían desde la ciudad, que ya estaba cerca. Cuando vio que estaba a una distancia razonable, volvió a encender las luces, tiró los dos botes salvavidas y se montó en uno. Floyd sabía que la policía iría a perseguir el barco y, cuando se dieran cuenta de que estaba abandonado, nadie sabría con cuál de los dos botes se había escapado. El plan hubiera sido perfecto si no fuese porque, al llegar a una playa con el bote, se tumbó un rato en la arena, para presenciar la decepción de los guardias de Alcatraz. Pero, por desgracia, se durmió en la arena. Al día siguiente, se despertó en un calabozo. Cuando ya era consciente, un policía se le acercó y le explicó que, de tantas veces que había escapado de la cárcel, lo habían dado por imposible. Querían hablar con él, para saber si estaría interesado en “cambiarse de bando” y dedicarse a encontrar maneras de huir de las cárceles, para así hacerlas más seguras. Floyd Alonso ya no se notaba tan joven como antes y, después de la reciente fuga, había notado que ya no tenía la energía suficiente como para seguir en la delincuencia. Así que, después de reflexionarlo profundamente, aceptó.

El riu vermell

Autor: pew

3 1

Quan finalment van arribar els hi vaig detallar el què havia vist, em van creure per l’expressió de terror que tenia marcada al el meu rostre, vam pujar junts per les escales fins arribar a aquell indret del museu. Un altre cop no, em vaig deixar caure a terra de genolls, tenia ganes de desaparèixer d’aquell món, primer un ensurt que quasi em surt el cor per la boca i després quedo en ridícul davant tothom, els oficials van telefonar al director del museu que va acudir en pocs minuts, aquest em va dir que, si tornava a fer alguna bajanada d’aquestes, m’acomiadaria sense pensar-s’ho. No podia perdre la meva feina, era el què em permetia estudiar la carrera i, si em despatxaven, trobar-ne una altra igual de bona seria molt complicat. Per què no havia sabut reaccionar davant d’aquelles paraules? Encara no sabia com, però havia de solucionar-ho. No vaig dormir en tota la nit, vaig imaginar-me mil escenaris diferents, què hagués passat si hi hagués algú al museu? Probablement no seria a casa meva ara mateix. Vaig arribar a la conclusió de que havia de deixar aquella feina, no podia tornar allà, m’estava tornant boig. Aquell seria el darrer dia que aniria a fer de guàrdia al museu. Ho tenia clar. Em passaria tot el vespre a la sala dels uniformes amb el llum encès, ni per un milió d’euros tornaria a aquella sala. Va arribar el vespre, vaig anar cap al museu, esglaiat pel què pogués passar, vaig arribar, em vaig posar l’uniforme i em vaig asseure a la butaca, el temps passava molt lent. Vaig decidir agafar el diari per entretenir-me una mica. Vaig començar a tremolar, el titular anunciava la desaparició d’un vigilant nocturn del Museu Egipci de Barcelona. Vaig tenir un mal pressentiment, la sang que vaig veure ahir podria ser que fos d’aquest vigilant. No vaig tenir més temps per pensar, vaig notar com unes esmolades urpes m’esquinçaven el braç, la resta ja és història.

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Autor: Cani

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La darrera classe del curs està a punt de començar. Just abans que arribi el profe, un estudiant enganxa un paper amb el text sóc tonto a l'esquena d’un company i demana a la resta de la classe que no digui res. Així, entre mirades de burla, comença la classe de robòtica, fins que el professor projecta un repte complicat a la pissarra i pregunta: - Qui vol sortir a proposar una solució? Ningú mou un dit, excepte el noi amb la nota penjada. Enmig de rialles inexplicables, camina cap a la pissarra i resol el problema utilitzant 3 variables i 2 bucles imbricats. El professor felicita l’alumne i de tornada al seu seient li treu el paper de l'esquena. A continuació es dirigeix a la resta amb la nota a la mà i tristor al rostre: - I a vosaltres, us vull demanar disculpes. Els alumnes es miren sorpresos sense comprendre aquelles paraules. - Alguna cosa dec haver fet molt malament si després de tot un curs junts no he aconseguit que ni un sol de vosaltres hagi tingut el companyerisme ni la valentia de llevar-li aquesta nota. Els alumnes romanen capcots en silenci, visiblement avergonyits. Després d’una estona d’incòmode silenci, una mà s’aixeca per confessar: - Jo li he posat el paper. Ho sento molt i li demano perdó. Queda un minut per a que acabi la classe i el curs. El professor somriu i s’acomiada dels seus alumnes: - Bé, encara que jo no hagi estat un bon mestre, les errades si que ho són, ja que sempre ens ensenyen alguna cosa. Com ara mateix. Si el company hagués sabut que duia el paper a l’esquena no s'hauria aixecat per respondre. Aquesta no serà ni molt menys l’única etiqueta que li penjaran, igual que a la resta de nosaltres. El millor que podem fer és ignorar aquestes etiquetes i aprofitar cada oportunitat que tinguem per aprendre, disfrutar i ajudar els altres. Tant dins com, sobretot, fora de l’aula. Bon estiu a tothom!

Alcatraz

Autor: Guillem

1

Tras varios intentos de fuga del centro penitenciario Leavenworth, el reputado (en el mal sentido de la palabra) Floyd Alonso fue trasladado a la cárcel más blindada de los Estados Unidos de América, Alcatraz. Ésta era un simple edificio, sin una gran valla que la rodease, simplemente estaba rodeada por el gélido océano Pacífico. Conocida mundialmente por su impecable historial de fugas: 0. Aunque todas estas características puedan causar miedo en las mentes de los mayores criminales de la historia, para Floyd era completamente al revés. Para él, todas estas trabas solamente le motivaban a querer ser el primero en escapar de Alcatraz. Como podéis comprobar, era un hombre que vivía por los retos… y él encontró esos retos en la delincuencia. Su familia era una de las más adineradas de Leavenworth, pero él quería vivir una vida plagada de aventuras como si fuese el protagonista de una película dirigida por Alejandro Jodorowsky. Le encantaba burlar los sistemas de seguridad, atracar bancos y huir de la policía. Eso sí, cuando lo pillaban y lo encarcelaban, se negaba a pagar la fianza. Para él, era el castigo por no haber sido más hábil que las autoridades. Pero, al poco tiempo de estar encerrado, quería volver a sentir la libertad y esa sensación de incertidumbre. Por eso, siempre trazaba algún plan para huir… y casi siempre con éxito. Fueron todas esas peripecias que lo llevaron a ser transportado en un buque hacia La Roca, la isla donde se encontraba Alcatraz. Esposado, pero con una sonrisa en la boca. Ninguno de los guardias lo entendía, pero pensaron que debía ser algún tipo de técnica rebuscada que se había inventado y, por eso, trataron de ignorarlo. Una vez amarrados en el puerto de La Roca, un guarda muy bruto pero fuerte -llamado Brian- cogió a Floyd por el hombro y lo arrastró hasta tirarlo en tierra firme. Ahí, nuestro protagonista ya se las apañó para levantarse solo (aún esposado), para que no lo volviera a agarrar aquel individuo de casi dos metros. Llegó a la entrada de Alcatraz. Era majestuosamente monstruosa: gris, maciza, enorme y con alguna grieta pero, en general, bien cuidada. La construcción dejó alucinado a Alonso, quien todavía estaba disimulando su asombro con una sonrisa. Pero, sabía que no podía perder mucho el tiempo, y empezó a memorizar el edificio entero para crear un mapa mental, muy útil a la hora de trazar el plan de escape. Pasó por las celdas, para ver si encontraba ahí algún viejo conocido que le pudiera ayudar, pero sin suerte. Los guardias le acompañaron hasta su celda en la que, de un portazo (de ésos que hacen ruido a metal), dejaron a nuestro protagonista solo. Durante las primeras semanas, Floyd intentó ser un preso ejemplar e impecable. Todo y sus esfuerzos para ganarse la confianza de los guardias, éstos no le quitaban el ojo de encima: su mala fama ya era permanente. Aun así, él confiaba en sus capacidades; así que se dedicó a encontrar lagunas (si había alguna) en la seguridad Alcatraz. Además, hablaba con los presos más veteranos, para enterarse de todos los intentos de fuga fallidos y el por qué de su fracaso. Pasado un mes de condena, Alonso conocía toda la cárcel de cabo a rabo, con todos sus secretos y curiosidades. Además, había conseguido un mapa de La Roca, que se lo había cambiado a otro preso por su comida de la cena. Por las noches, empezó a planear su huida, pero hacía poco tiempo cada día porque sabía que, si no dormía, la mañana siguiente estaría demasiado cansado para ser “un preso ejemplar”. Como avanzaba tan despacio, pensó que sería buena idea ir avanzando el plan a medida que lo trazaba. Así que, ya desde los primeros días, se hizo con una lija para ir debilitando los barrotes de la ventana de su celda. Lijaba muy poco cada día, para que los guardias no notaran el cambio y, por si éso no fuese suficiente, embadurnaba los barrotes con un poco de grasa para motor, que había robado del taller. Mientras estaba desgastando la ventana de la celda, continuaba su plan. Él solamente sabía que saltar por la ventana era la mejor opción, porque podía hacerlo de noche, cuando no lo vieran. Eso sí, después de escapar de su celda, tendría que encontrar la forma de bajar los diez metros que lo separaban del suelo de La Roca, sin matarse en el intento. Finalmente, optó por fabricar una cuerda a base de edredones, toallas y mantas. Éstas las conseguiría de la lavandería, así que se tenía que le preguntó a su tutor, Josh, si se podría cambiar del taller de mecánica a la lavandería. Aunque los guardias habían advertido a Josh que, por muy buen expediente que tuviera, que no le diera ningún tipo de privilegio, el tutor pensó que no había ningún problema en que cambiase de aires. Grave error. En dos semanas, Floyd ya tenía la ventana lista y la “cuerda” fabricada. Solo faltaba la manera de salir de la isla. Como la fase final de su plan dictaba, debía esperar a una noche que amarrase algún barco al muelle. Además, para despistar al máximo número de guardias (que no eran pocos) se había compinchado con Robert, uno de los prisioneros más veteranos de Alcatraz. El trato era que, a cambio de que Floyd le ayudase en su trabajo, Robert fingiría un ataque al corazón al momento quisiera escapar. El anciano preso trabajaba en la cantera de Alcatraz, y ese día solicitó hacer el turno de noche. Cuando amarró el ansiado barco al muelle, Robert empezó a representar su escena. Los médicos de la cárcel fueron corriendo hacia la pedrera, donde se hallaba el pobre hombre. Fue en ese momento cuando Floyd Alonso reventó los barrotes de su ventana de una patada, ató su cuerda y se puso a bajar el edificio lo más rápido posible. Una vez en el suelo, nuestro protagonista cortó un trozo de la cuerda con una piedra y se fue corriendo hacia el muelle. Ahí, se escondió detrás de un arbusto, al descubrir que la embarcación estaba siendo vigilada por dos guardias. Confiaba tanto en sus habilidades que decidió que usaría el trozo de cuerda como honda. Cogió sigilosamente una piedra del suelo, la cargó y, imitando el movimiento de un latigazo, dejó inconsciente a uno de los guardias. Antes que el otro pudiera ni siquiera reaccionar, Floyd ya había cargado otra piedra y, ahora con más furia, la tiró contra el guardia que estaba de pie. Tal vez, Floyd Alonso tuviera algunas raíces de los prehistóricos menorquines, porque su habilidad no era normal. Se apresuró a meterse dentro del barco y poner rumbo a San Francisco. Durante el trayecto, empezó a oír como las sirenas de Alcatraz sonaban enloquecidas. Él apagó las luces de la embarcación y se guiaba por las luces que se veían desde la ciudad, que ya estaba cerca. Cuando vio que estaba a una distancia razonable, volvió a encender las luces, tiró los dos botes salvavidas y se montó en uno. Floyd sabía que la policía iría a perseguir el barco y, cuando se dieran cuenta de que estaba abandonado, nadie sabría con cuál de los dos botes se había escapado. El plan hubiera sido perfecto si no fuese porque, al llegar a una playa con el bote, se tumbó un rato en la arena, para presenciar la decepción de los guardias de Alcatraz. Pero, por desgracia, se durmió en la arena. Al día siguiente, se despertó en un calabozo. Cuando ya era consciente, un policía se le acercó y le explicó que, de tantas veces que había escapado de la cárcel, lo habían dado por imposible. Querían hablar con él, para saber si estaría interesado en “cambiarse de bando” y dedicarse a encontrar maneras de huir de las cárceles, para así hacerlas más seguras. Floyd Alonso ya no se notaba tan joven como antes y, después de la reciente fuga, había notado que ya no tenía la energía suficiente como para seguir en la delincuencia. Así que, después de reflexionarlo profundamente, aceptó.

Avarques II

Autor: Guillem

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L’Emma ja havia acabat totes les avarques que havia de fer per avui, així que va decidir confeccionar unes de les seves famoses avarques. Aquell dia es sentia especialment inspirada, així que va agafar retalls mals de reutilitzar, per donar-hi més emoció. Òbviament, se’n va sortir sense problemes. Les va guardar a un racó del magatzem, on guardava les seves creacions. El que ningú sabia, a part de mi, que sóc un narrador omniscient, és que aquelles sabates estaven vives. Eren capaces de raonar i, fins i tot, de parlar! Mantenien curioses converses durant el dia, ja que intercanviaven opinions molt diferents de temes molt diversos. Tenien una personalitat molt diferent: la sabata de la dreta volia sortir de la fàbrica, a explorar món. Moltes vegades, s’imaginava històries de com seria el món a fora… Mentrestant, la sabata de l’esquerra era més que conscient dels perills als que s’enfrontarien un cop haguessin sortit del magatzem. Per això, trobava que era més convenient no explorar tant, i deixar una mica de pas a la imaginació. Entre les dues, per tant, feien un bon (i necessari) equilibri. Tot va anar bé fins que, un dia, un treballador va deixar la porta del magatzem una mica oberta. L’avarca dreta se’n va adonar, però la sandàlia esquerra, no. L’aventurera sabia que aquella era la seva oportunitat per descobrir món i, quan l’altra dormia, va fugir. Si us demaneu com s’ho fa una sabata per caminar, que sapigueu que és un procediment més senzill del que pot semblar: l’avarca s’estreny fent una forma de pont i, seguidament, agafa impuls i s’estira de nou. Com podeu imaginar, no anava molt ràpid… i justament aquest era un dels perills de sortir fora. La petita sabata seguia caminant, camuflant-se cada cop que venia algú. Com que era dins una fàbrica de sabates, ho tenia bastant fàcil. Quan finalment va descobrir on era la sortida, va esperar que sortís algun treballador per poder aprofitar per fugir. En el moment que va sortir fora, va notar una sensació molt estranya, era la sensació de llibertat. El paisatge era molt bonic: feia molt més sol del que ella s’havia arribat a imaginar, feia una mica de brisa… i, després de passejar una estona, va veure el mar de fons! Eren coses que veia per primera vegada però, com que havia nascut a Menorca, les duia dins el cor. Va decidir que volia tocar la mar. Així que, un cop va acabar de gaudir del panorama, va posar rumb a l’horitzó. El problema és que ella no sabria què es trobaria pel mig… De sobte, la sabata esquerra es va despertar de la migdiada. Va mirar a la seva dreta i va veure que la seva germana havia desaparegut. Poc després, va veure que la porta del magatzem estava una mica oberta i, coneixent la seva germana, ja sabia exactament què havia passat. Va intentar no perdre la calma, sense èxit. No podia aturar de pensar en els perills als que s’enfrontaria la seva companya allà fora. Però sabia que, si ella anava a buscar-la, també li passaria el mateix. A més, sabia que les probabilitats de trobar-la eren mínimes. Per això, va decidir esperar a que vingués l’Emma, ja que sabia que el seu pare era un famós investigador ja retirat. El problema era que, la pobra sabata, tenia un dilema: convindria que la seva propietària sapigués que ella podia parlar? Com que no n’estava del tot segura, va decidir abandonar aquest pla. Fins que, la porta del magatzem es va obrir del tot… i va entrar l’Emma. Tot i que la sabata esquerra fos la racional i calmada de les dues, quan va veure entrar la seva propietària, no va poder evitar posar-se a cridar i saltar. Després d’aquest fracassat intent de passar inadvertida, va decidir contar-li tot. L’Emma flipava amb colors. Però fent gala de la seva empatia, va decidir que es mereixia ser escoltada. Una vegada finalitzada la història, es van posar d’acord per anar a buscar a la sandàlia perduda. A més, l’Emma va avisar al seu pare: el doctor Watson. No era l’original, s’havia guanyat aquest sobrenom després de llegir vàries vegades totes les novel·les d’en Sherlock Holmes; i, segons ell, el doctor Watson el va inspirar a convertir-se en investigador. Ell realment es deia Joan. Així doncs, els tres van sortir de la fàbrica amb l’esperança de trobar l’avarca aventurera. Però, com que era l’estiu, sabien que la recerca seria més complicada del normal, amb la quantitat de gent que passejava… amb les avarques posades. Va ser allà quan, a l’avarca esquerra va començar a notar una sensació molt estranya. No l’havia sentida mai, però sabia d’on venia: la seva germana corria perill! Diuen que els bessons tenen una connexió molt especial. Amb les persones no sé si és veritat però, amb les avarques, sembla que sí. L'espardenya va mirar de concentrar-se al màxim, a fi de poder conectar al màxim amb la seva germana. Va aconseguir sentir el mar, però aquell so s’anava allunyant i allunyant fins convertir-se en un eco. I, poc després, en un silenci. Després de reflexionar, va aconseguir lligar caps per poder formar una història amb sentit: la seva germana tenia intencions d’anar a veure el mar (cosa que fa gala del seu caràcter aventurer) però, per alguna raó, no hi va arribar. Segurament devia estar inconscient, ja que havia perdut la senyal amb ella. Van estar tanta estona cercant-la que es va fer de nit. I van decidir que seria millor descansar i continuar l’endemà amb la cerca. Així, doncs, van anar a la fàbrica a deixar l’avarca esquerra al magatzem a dormir. Quan estava a punt de tancar els ulls, va sentir una veu. Una veu molt familiar: era la seva germana! Tot i que l’esquerra tingués moltes preguntes, la seva bessona li va dir que les hi contestaria totes l’endemà, que ja era tard…

Avarques

Autor: Guillem

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Treballar dotze hores al dia no era un problema per n’Emma. Duia des dels catorze anys, amb aquest horari, fabricant avarques per una de les marques de sabates més conegudes de Menorca. Des del primer dia, la seva feina li va encantar. No li pregunteu per què, perquè no ho sap. Ni jo tampoc, que, teòricament, sóc un narrador omniscient. També és cert que aquella no era una empresa normal. Potser, molts de vosaltres teniu la imatge mental d’una fàbrica com un lloc gris, polsegós i obscur. Però, aquella era molt diferent: hi havia un bon clima de treball, el sòl estava impecable, el sostre era d’un vidre opac que permetia entrar la llum del sol, feia bona olor… A veure, eren molt bones condicions, però no prou perquè algú treballés allà durant dotze hores i es quedés amb ganes de fer-ne més. Però, tornem a la història. Òbviament, n’Emma solia guanyar el típic premi de ‘treballadora del mes’, ja que era la que li posava més ganes. Aquest esforç va fer que fos molt valorada pel director de l’empresa. Així que aquest li donava una mica més de llibertat, ja que se la mereixia. Ella era més que conscient d’aquesta llibertat, però no li agradava abusar-ne. Només l’emprava per fabricar-se, de tant en tant, unes avarques per ella mateixa, amb els retalls que sobraven. Com us podeu imaginar, no eren les sandàlies més polides del món, però eren úniques i molt resistents. Però, com diu la dita: “les coses bones s’acaben”. I, en aquest cas, es van acabar en sec. El director es va jubilar, i al seu lloc, l’empresa hi va col·locar substitut. Era molt reputat, però part d’aquesta fama era gràcies al seu caràcter agressiu i estricte. El primer que va dir quan va entrar a la fàbrica va ser: Això dona pena! Hi falta serietat: hi falta gris! En dos dies, la fàbrica va quedar com morta. No perquè es quedés sense treballadors, sinó perquè semblava que aquests havien perdut la il·lusió. Ja no tenia aquell ambient de treball, ni aquell sostre tan bonic. Com era d’esperar, se li van acabar tots els privilegis a la nostra protagonista que, amb el temps, va passar de ser una dona alegre a ser una persona gris. Ja no anava a fer feina ni amb un terç de les ganes, i va decidir fer una jornada laboral de 8 hores, com la resta. Com que a casa s’avorria, se solia endur retalls de pell per seguir fent avarques a casa seva, per ella. Amb el temps, se va adonar que estava fabricant moltes més avarques de les que li cabien a la casa, i va decidir començar-les a vendre. En poc temps, les seves sandàlies úniques es van començar a fer populars. Cada vegada, tenia més demanda, fins el punt de que va haver de deixar la feina. En qüestió de mesos, va obrir una petita fàbrica, i va contractar els seus antics companys. Entre tots, van recuperar aquella il·lusió amb la que feien avarques.

Sa Tauleta Màgica

Autor: Guillem

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En Toni no era un noi gaire simpàtic: era més ben esquerp. Tot i que tenia nou anys, una bona edat per fer amics, ell no en tenia cap ni un. I, segons ell, tampoc li feien falta. Es passava les tardes jugant amb unes figuretes de soldats de plom que li va confeccionar i regalar el seu oncle, que era bijuter. Els seus pares l’intentaven convèncer de que s’ho passaria millor jugant si compartís els soldadets amb un amic, però ell no els feia ni cas. La seva manera de divertir-se era esclafant soldats amb un tanc que ell mateix havia fabricat a partir d’un bric de llet que va treure de les escombraries. A classe, mai escoltava i, fins i tot, acostumava a emportar-se les figuretes a l’escola per jugar mentre la mestra explicava. Als patis, igual: mentre els altres nois jugaven a futbol, la xarranca o als gronxadors, ell es quedava tot sol a un racó obligant als soldats a matar-se entre ells. Quan els pares en van tenir prou, van decidir apuntar-lo a una activitat extraescolar. No sabien quina triar: si futbol, escacs, atletisme, música… Finalment, però, es van decidir per una activitat que li podria cridar l’atenció: robòtica. Com que allà no tenia que socialitzar molt (segons ell, tots els que hi havia allà eren setciències), en Toni va acceptar la proposta. A més, ell havia vist alguns vídeos per YouTube on dos robots es destrossaven fins convertir l’altra en un munt de ferralla, i ell en volia construir un d’igual. Ja des del primer dia de classe, el professor tenia la sensació de que havia entrar una mena de psicòpata a la seva aula. Ara, en robòtica no el superava ningú. Així que, davant aquest cúmul de sorpreses comprimides en un sol noi, va decidir parlar amb sa mare. La mare li va explicar que, tant ella com el seu pare, estaven desesperats perquè el seu noi socialitzés un poc. Però tenien por que, si l’obligaven a fer amics, no augmentés la seva rebel·lia. Aquestes paraules van impactar molt al professor de robòtica que, durant la tarda, va estar donant-li voltes a l’assumpte. Finalment, va decidir fer-li un regal al noi. Un regal molt especial. L’endemà, quan en Toni va arribar a la classe de robòtica, el professor li va regalar una taula talaiòtica en miniatura, feta de pedra de veritat. Per tu. -li va dir el professor- Sé que t’agraden molt els soldadets de plom, i això et podrà servir d’amagatall durant les teves batalles. Gràcies, suposo. -va contestar el noi, intentant disimular la seva sorpresa. Tot i no entendre res, va fer cas al seu professor. Així que, quan va arribar a casa seva, es va posar a jugar amb els soldadets i el seu nou escenari, fins que es va fer de nit. Quan ja eren prop de les onze, la mare va entrar a la seva habitació, i li va dir que ajornés la batalla que ja era hora de dormir. Rarament, en Toni va fer cas a sa mare i es va dormir just quan va apagar la llum. Va ser en aquell precís moment quan la taula va començar a fer una lluentor daurada, fent honor a la seva qualitat de màgica. Tot seguit, tots els soldadets que eren tocats per aquella llum, van cobrar vida. Es van atracar tots a la taula i van fer una rotllana. Allà ja no hi havia bàndols ni enemics, ja que, qui causava tot allò, estava dormint profundament. Es van posar a parlar entre ells i, poc a poc, va començar a néixer i créixer una amistat… La festa va durar tota la nit i va ser quan va sortir el sol que els soldadets es van passar ràpidament a fer-se els inerts. Poc després, en Toni es va despertar i, com que aquell dia era especialment prest, es va posar a jugar amb els soldadets. Quan els va tenir col·locats, va agafar el coronel de color verd (el seu personatge favorit) va començar a jugar a matar els soldadets grisos. Quan en va haver matat uns quants, el coronel va cobrar vida i va fugir dels dits del noi. Ja n’hi ha prou! -va exclamar- Són amics meus, no m’obliguis a matar-los! En Toni es va quedar de pedra, espantat. Tot seguit, tots els altres soldats van deixar també de dissimular i van començar a mourer-se lliurement. Toni, -va començar un- mereixes una explicació: avui vespre hem cobrat vida. Creiem que és gràcies a la teva taula màgica. El problema és que, fins ara, com que érem inerts, no ens podies matar. Ara, que estem vius, sí que aspirem a morir. Aquells soldats grisos tombats no crec que s’aixequin mai més… Davant aquelles paraules, en Toni seguia sense mourer-se. Al cap d’uns minuts, sense dir res, es va aixecar i es va tombar al llit. Havia llevat la vida a més de deu soldats, sense ser-ne conscient. Els seus ulls es van omplir de llàgrimes No passa res, Toni, -va dir el coronel verd- jo no he disparat. Estan vius. El pobre noi feia com si no l’hagués sentit. Mira -va seguir la figura- veus com es mouen? En aquell moment, els soldadets grisos que hi havia tirats pel terra es van començar a aixecar. Ho havíem preparat tot, -va explicar el coronel- sabíem que això et farà reflexionar sobre la gravetat de la mort. Després d’aquest discurs, els soldadets es van immobilitzar i es van convertir en éssers inerts, un cop més. En Toni, com que estava mort de son, es va adormir de nou. Una hora més tard, va sonar el despertador. El noi li va fotre un bon toc perquè s’apagués, com cada matí. L’aparell va callar, però ell ja no tenia son, així que va mirar les figuretes. Estaven totes immòbils, però ell estava convençut de que havia mantingut una conversa amb el coronel verd. Se’l va mirar, però res: estava totalment immòbil. En Toni va pensar que potser havia somiat tot allò, però ell estava seguríssim de que tot allò havia passat. Va decidir que ho contaria només al seu professor de robòtica, ja que ell li havia regalat la tauleta màgica. De totes maneres, aquella experiència, fos un somni o no, li va canviar la vida per sempre…

Verlo venir

Autor: Guillem

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Imagínate vivir en un mundo en el que, cuanto más te alejes de las cosas, más grandes las veas. Esto, aunque pueda parecer una tontería, para Alan, se convirtió en una realidad como una catedral. Una catedral tan grande como la Basílica de San Pedro, para ser exactos. Podría empezar esta historia explicándote que Alan era un chico normal, pero así es como empiezan ya muchos relatos. Iré al grano: Alan está bajo los efectos de una maldición, porque su profesora de matemáticas del año pasado le hechizó. Dicha profesora era el antónimo al estereotipo de profesor enrollado (que tanto le gustan a Alan). Hablar en clase estaba prohibidísimo, daba deberes por un tubo y, de vez en cuando, en sus exámenes se le “colaban” (según ella) algunos ejercicios de temario aún no explicado en clase. Es más, desde su llegada al instituto Francisco de Quevedo, pasó poco tiempo para que la bautizaran como ‘la bruja’. Y, para sorpresa de Alan, efectivamente: era una bruja de verdad. Alan no era para nada responsable: se pasaba las tardes jugando al fútbol y, cuando al día siguiente tenía que entregar deberes, los hacía a toda prisa. Casi siempre estaban mal pero, como mínimo, los llevaba hechos. Su estrategia le funcionó bastante bien durante toda su etapa escolar, hasta que se cruzó con ‘la bruja’. Ésta podía ser muy borde, pero era también muy lista. Cuando se hartó de que Alan hiciera los deberes mal (y aún peores exámenes), le hizo quedar durante el recreo para hablar con él. Por suerte para Alan, la charla duró poco. Pero, cuando terminó, la profesora hizo un disimulado chasquido con los dedos. Fue ahí cuando el chico pestañeó y, cuando abrió los ojos, empezó la maldición. Salió de la clase con muchas dificultades (aún no estaba acostumbrado) y se fue al recreo disimulando lo máximo posible. Él todavía no sabía que había pasado, pero no quiso decir nada a nadie porque sabía que le tomarían en broma. Más tarde, reflexionó y llegó a la conclusión de que su ‘profe’ lo había hechizado. Así que decidió hablar con ella mañana. Desgraciadamente, cuando empezó la clase de matemáticas, entró un profesor. Buenos días, -dijo el extraño- soy Javier, y seré vuestro profesor de matemáticas a partir de ahora. La bruj… Quiero decir, la señora Rodríguez está de baja y no se sabe cuando volverá. La clase entera, menos Alan, empezó a aplaudir y a gritar; hasta que Javier les pidió silencio. No os tenéis que poner así. Yo también fui alumno de la señora Rodríguez y, aunque sea muy exigente, con el tiempo llegué a agradecérselo. -explicó el sustituto- Venga, abrid el libro por la página 36. Al empezar la clase, Alan se dio cuenta de que ahora era un afortunado de sentarse atrás: veía perfectamente la pizarra. Aunque esta maldición tuviera sus aspectos positivos, el chico quería que todo volviera a la realidad. Por eso, pensó que, quizás Javier le podría ayudar al respecto; ya que también fue alumno de la señora Rodríguez. Así que, cuando sonó el timbre, Alan fue a explicárselo todo al profesor. Me alegra que hayas tenido la valentía para contármelo. -empezó Javier- ¿Sabes una cosa? A mí también me hechizó en su día. Los efectos se pasan en una semana. Javier le explicó a Alan que él tampoco era muy disciplinado de pequeño. Y la señora Rodríguez le hechizó para que, según ella, cuando tuviera deberes para dentro de una semana, los vería venir desde lejos y no los dejaría para última hora. Aunque pueda parecer una estupidez, -añadió- es un castigo muy duro, supongo que ya te has dado cuenta. A mí, personalmente me ayudó muchísimo para esforzarme. Tanto que, hoy en día, a parte de daros clase, estoy trabajando para obtener un doctorado. Gracias a esta experiencia, Alan se volvió mucho más responsable y disciplinado. Gracias a estas cualidades, se volvió muy bueno en matemáticas y, al verse capaz de resolver retos complicados, hasta le empezaron a gustar. Años más tarde, se desencadenaría la cuarta guerra mundial en la que, un matemático llamado Alan, ayudó al ejército de la alianza con su invento: unas gafas para ver las cosas más grandes cuanto más lejos estén.

La foto

Autor: Guillem

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Desde que Kevin nació, siempre estuvo muy presionado por su familia. Sobre todo por su padre, un famosísimo nadador profesional. Soportar dicha presión era muy difícil para un hijo de un campeón olímpico del estilo crol… Y aún más si este chico no sabía ni nadar. Muchas fueron las burlas que sufrió en las clases de natación que, cansado de sus compañeros, abandonó hace ya un par de años. Para dejarlo, le costó muchísimo convencer a sus padres, y hasta se escapó de la piscina un par de veces para así ahorrarse lo que, para él, era una contínua tortura acuática. Todos en su familia eran verdaderos ases de la natación. Su madre había competido de joven a nivel nacional… y su hermano mayor seguía los pasos de su progenitor. Así, cansado de ir con ellos a la piscina, Kevin se quedaba en casa. Solo. Fue con el pasar del tiempo que él se acostumbró a la soledad. Como se aburría, empezó a dibujar. Como le hacía vergüenza, siempre lo hacía a escondidas. Se imaginaba (y dibujaba) a sí mismo siendo un gran nadador, y ganando medallas como el resto de su familia. Con el tiempo, esos dibujos empezaron a ser cada vez más y más realistas. Más adelante, se cansó de dibujarse solamente a sí mismo y se le ocurrió recrear fotografías. Obviamente, las paredes de su casa estaban repletas de fotografías enmarcadas de varios campeonatos. Se preparó un té, cogió una foto en blanco y negro de su padre y empezó a dibujar. Se concentraba muchísimo en cada trazo: se relajaba al notar como el lápiz dejaba un rastro en el papel. Le encantaba como ese ligero sonido rompía el silencio que le rodeaba… Tan grande fue la concentración aquel día que, sin querer, tumbó el té y éste se derramó por toda la fotografía. Como mínimo, su obra quedó intacta. Pero, por desgracia, escuchó el ruido del coche de sus padres, que volvían de entrenar. Él no quería dar explicaciones de lo que estaba haciendo, porque sabía que su padre le sacaría el tema de que debería centrarse en aprender a nadar, y no en chorradas como el dibujo. “No tengo tiempo de imprimir la foto de nuevo.” - Pensó. Y la única solución con la que dio fue, rápidamente, cambiar la fotografía por el dibujo, y disimular. Aunque la jugada pareciese poco ortodoxa, le salió bastante bien: nadie se dio cuenta al entrar. El problema vino después cuando, al día siguiente, su madre bajó a tirar la basura. Pero, con una racha de viento, le voló una fotografía del cubo, y aterrizó en sus pies. Reconoció esa imagen al instante: ¡la tenían colgada en el salón! Cuando entró, fue a mirar si la fotografía seguía ahí, colgada. Y, efectivamente, ahí estaba. Solo que, en la esquina inferior derecha, aparecía un garabato. Aquello resultó ser la firma de Kevin quien, al finalizar su obra, no pudo resistirse a la tentación de firmarla (y fue ahí cuando derramó el vaso). La madre, que había reconocido perfectamente esa caligrafía impecable, quedó impresionada con el talento que poseía su hijo menor. Así que fue a hablar con él. Cuando el pobre Kevin vio entrar en su habitación a su madre con el dibujo en la mano, ya podía ver venir la que le caería encima. Pero se equivocaba. Su madre le felicitó enormemente, pero le preguntó por qué lo había sustituido por la foto original. Él le contó la verdad: que había mojado la fotografía sin querer y le daba miedo que ella o papá le prohibieran volver a dibujar. Su madre le dijo que a ella le había encantado el dibujo… y que, de tan realista que era, nadie más se había dado cuenta. Kevin se animó tanto al oír eso que, aquél día, acompañó a su familia a la piscina. Hasta se animó a nadar pero, después de casi ahogarse un par de veces volvió a salir del agua. Pero, se prometió a sí mismo que aquél verano aprendería a nadar ¡de una vez por todas!

El riu vermell

Autor: pew

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Quan finalment van arribar els hi vaig detallar el què havia vist, em van creure per l’expressió de terror que tenia marcada al el meu rostre, vam pujar junts per les escales fins arribar a aquell indret del museu. Un altre cop no, em vaig deixar caure a terra de genolls, tenia ganes de desaparèixer d’aquell món, primer un ensurt que quasi em surt el cor per la boca i després quedo en ridícul davant tothom, els oficials van telefonar al director del museu que va acudir en pocs minuts, aquest em va dir que, si tornava a fer alguna bajanada d’aquestes, m’acomiadaria sense pensar-s’ho. No podia perdre la meva feina, era el què em permetia estudiar la carrera i, si em despatxaven, trobar-ne una altra igual de bona seria molt complicat. Per què no havia sabut reaccionar davant d’aquelles paraules? Encara no sabia com, però havia de solucionar-ho. No vaig dormir en tota la nit, vaig imaginar-me mil escenaris diferents, què hagués passat si hi hagués algú al museu? Probablement no seria a casa meva ara mateix. Vaig arribar a la conclusió de que havia de deixar aquella feina, no podia tornar allà, m’estava tornant boig. Aquell seria el darrer dia que aniria a fer de guàrdia al museu. Ho tenia clar. Em passaria tot el vespre a la sala dels uniformes amb el llum encès, ni per un milió d’euros tornaria a aquella sala. Va arribar el vespre, vaig anar cap al museu, esglaiat pel què pogués passar, vaig arribar, em vaig posar l’uniforme i em vaig asseure a la butaca, el temps passava molt lent. Vaig decidir agafar el diari per entretenir-me una mica. Vaig començar a tremolar, el titular anunciava la desaparició d’un vigilant nocturn del Museu Egipci de Barcelona. Vaig tenir un mal pressentiment, la sang que vaig veure ahir podria ser que fos d’aquest vigilant. No vaig tenir més temps per pensar, vaig notar com unes esmolades urpes m’esquinçaven el braç, la resta ja és història.

Un simple par de herraduras

Autor: DaLi

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Bajo un cielo oscuro, habitado solamente por el haz de las estrellas y la luna, había dos hermanas herraduras. Solas. Tendidas en el suelo. Pasaron los días -y sus noches heladas, y las herraduras seguían ahí. Hasta que, un día, el lejano traqueteo de un par de ruedas de carro despertó a nuestra pareja de protagonistas... Así es: habían cobrado vida propia, pero no entendían muy bien por qué. Este misterio se resolvió pronto: al observar el par de caballos que arrastraban el dichoso carro. Ambas se fijaron en que uno de los dos equinos carecía de las dos herraduras de las patas delanteras. Al instante ataron cabos: ellas se cayeron de ese caballo y, al volver éste por aquí, se ve que cobraron vida. Para su desgracia, una vez descubierto este hallazgo, ya no había ni rastro de la dupla de bestias. De todas formas, decidieron que era conveniente emprender una odisea para reencontrarse con su dueño. Sabían que, si se hallaban cerca de ese caballo, notaban como un hormigueo -fruto de la magia, supongo. Con la esperanza como combustible, caminaron. Caminaron durante meses por montes, valles y bahías; pero sin rastro. No encontraron ni una mísera huella de equino. Y aún peor: notaron cómo perdían fuerzas. Si hacían mucho tiempo sin acercarse a su propietario, perdían su magia. Pasaron los meses hasta que se desmayaron por completo, a la vez. Durante este tiempo de sueño - de prácticamente una década- sucedieron demasiadas cosas horribles, entre ellas, una guerra que acabó con su dueño. Bueno, con una de las patas delanteras de su dueño. Años más tarde, hubo una especie de déjà-vu: una de las dos herraduras volvió a despertar. Reconoció a la perfección ese traqueteo. Ilusionada, se giró hacia su hermana, que seguía dormida profundamente. Al ver al caballo, la herradura entendió a la perfección porque su compañera de viajes no se desvelaba: el caballo iba con una pata hecha de madera. Desanimada, la herradura se tumbó al suelo. Había vuelto a perder su magia. ¿De qué servía luchar si el destino se había deshecho de su hermana?